Siempre ha sido así. Si nuestros abuelos se acuerdan de qué hacían el día del asesinato de J.F. Kennedy, nuestros padres seguramente tienen en la memoria incrustado el día de la caída del muro de Berlín u otras efemérides que han dejado huella colectiva.
Yo estudié en Nueva York en 1997 y mi escuela de inglés estaba al lado de las Torres Gemelas. Me acuerdo perfectamente de mi mediodía (hora española) del 11 de septiembre del 2001. No daba crédito ante el televisor y aún ahora recuerdo el mantel de la mesa y yo sirviéndome tallarines con bacon cuando puse las noticias. ¡Bam! Pero antes ya había vivido ese shock, fue el 5 de abril de 1994. Estábamos de fiesta en casa de un compañero de la EGB de entonces, jugando a la botella (esos primeros besos…) y tumbados entre pizza y zumos Tang, cuando uno de mis amigos recibió una llamada de su hermano, muy fan de Nirvana. Kurt Cobain se había suicidado. Consternación.
Nunca me gustó mucho el grunge, aunque sí llevé la melena larga con la raya en medio y destrozaba las camisetas que me compraba mi madre enredándolas con una goma y echándoles lejía. Dr.Martens y jerséis oversize. Era más la rebeldía, como representó Manchester para Ian Curtis de Joy Division o antes Woodstock.
Barcelona acoge en octubre y ya hace años el festival Inedit de documentales musicales. Soy asidua. Y sí, cual no-grunge grupie quise ver el documental “About a son”, sobre Cobain. Su voz, una hora y media… con imágenes de los sitios donde vivió y sus sentimientos frente al éxito musical, las parejas, el status quo…. Una maravilla que sólo ha hecho que aumentar mis ganas de ver el próximo año en pantalla grande otro documental, el que los críticos llaman definitivo: “Montage of Heck”, producido por su hija y con muchos testimonios, incluida Courtney Love que, en esa relación madre-hija extraña y provocativa, aceptó participar en el rodaje. Arrasó en Sundance y yo sólo espero saber más acerca de ese niño feliz cuya adolescencia empezó a truncarse y se convirtió en alguien terriblemente introvertido y al mismo tiempo artístico. Sigo sin soportar muchas canciones de Nirvana, pero sí quiero saber más. Porque fue alguien que, aunque su música fuese demasiado ruidosa, era magnético. Todo un icono contemporáneo… ¡Pronto en los cines!
Fotos: Agnès Deer