Recuerdo cuando aún vivía en Bruselas y me volvía loca cada miércoles al ir al mercado de comida orgánica de la Place du Chatelein, en el barrio de Ixelles. Mi novio, por entonces, volvía con los falafels más sabrosos, espárragos blancos cómo sólo en Bélgica existen (consistentes, crujientes y en una medida ideal para un completo primer plato) y sobretodo setas… luego, mientras yo tecleaba, me preparaba el mejor risotto “con i funghi” que he comido nunca.
Por aquel entonces mi mejor amigo, Oriol, me introdujo en el conocimiento de los pequeños huertos urbanos. Gracias al clima húmedo de la capital belga aparecieron las bondades de los huertos en el balcón: de los pimientos a todas las delicias verdes como el perejil, el cilantro, la albahaca…. Y me sentí protagonista de los films de Truffaut y participante del mayo del 68. Porque, ¿hay algo peor que comer verduras con sabor aguado o un wok en el que los espárragos parecen judías verdes? Viva la proximidad y la autenticidad.
Hoy por hoy, creo firmemente que todos podemos, y deberíamos, sacar al agricultor que llevamos dentro.
Vengo del sur extremeño, crecí en la adorada huerta con mis primos. Este pasado año, mi prima hermana de Zaragoza ha creado, junto a otros vecinos, un pedazo de huerto urbano donde plantan desde zanahorias a pimientos, cebollas o tomates. Es más, por primera vez he probado las deliciosas borrajas aragonesas. ¡Con almejas son lo más!
Los huertos urbanos se popularizan en todas las ciudades… Ese valor sin parangón de lo auténtico. Sólo requiere un par de mañanas de cuidados junto a los vecinos y te tomas algo más sano que esos zumos de jengibre, remolacha y apio de muchos lugares de moda en las grandes ciudades.
“Cariño, sacarse la pereza de encima por sólo 10 minutos y dejar que el paladar disfrute y reclame más”, me cuenta mi prima Ana Sanz. Unirme a este movimiento, que ya ocupa incluso azoteas de edificios de oficinas en Barcelona y Madrid, me ha hecho retornar a mi infancia y a esos sabores que sí, incrustados estaban, pero requerían un “movimiento terrenal”.
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