Se acabaron, afortunadamente, los egoblogs. Ahora blogging (y eso espero, porque aquí estoy yo intentándolo) significa aportar contenido. Tampoco soy mucho de escribir en 140 caracteres… y eso que trabajando en un premio de novela negra conseguí que, nada más ni nada menos, el reputadísimo escritor Philip Kerr escribiese una «tweetnovela». Facebook me dio la oportunidad de expresarme en imágenes y eso hizo que me volviese adicta a Instagram al instante. Lo siento, lo de Snapchat me parece una tontería.
Instagram nació del ingenio de un joven estudiante de la Universidad de Stanford, Kevin Syström. Dice la leyenda que en los inicios de Facebook rechazó una oferta de su creador, Mark Zuckerberg.
Lo cierto es que Syström era un aficionado a la fotografía y un visionario del poder del teléfono móvil en nuestra sociedad. En un primer momento ideó una aplicación que permitía la localización geográfica mediante imágenes y, gracias a la inspiración de su novia, incorporó filtros para embellecer las fotografías. Los usuarios rápidamente podíamos abrir una cuenta, tomar una fotografía y publicarla; algo sencillo y práctico que en tan sólo dos meses nos sedujo a un millón de personas.
Philippe González (@philgonzalez) fue uno de los primeros aficionados en nuestro país, cautivado por una app que “te permite retratar tu estilo de vida; lo que vistes, tus mejores momentos y decidir con quién los compartes”. Conocer en carne y hueso a su comunidad virtual fue el motivo que le llevó en 2011 a organizar encuentros presenciales de aficionados o Igers (@igers) en Madrid y Barcelona, y que tienen su réplica en 400 lugares de todo el mundo.
Ver y ser visto parece ser la misión principal de Instagram, donde una recomendación de otro usuario con una buena audiencia puede alimentar la propia de forma sumamente significativa. Es el caso de Tanya Khvorostiana (@tanyataco), ucraniana de diecinueve años, estudiante de moda y residente en Barcelona que en la actualidad cuenta con cerca de cuarenta mil seguidores gracias a la sugerencia de un amigo, que encabeza a su vez la lista de usuarios en su país de origen. Tanya, que en la red comparte su rutina diaria en la Ciudad Condal, puede llegar a revisar su cuenta hasta 30 veces al día: “Me gusta empezar la jornada inspirándome con imágenes bellas y soy feliz si mis fotografías pueden causar el mismo efecto en otras personas”.
Pocos de los jóvenes usuarios de Instagram habrán tenido en sus manos la mítica cámara de fotos Polaroid, objeto de culto. Y no todos sabrán que este legendario aparato fue el que inspiró el icono de la aplicación y su enfoque cuadrado, que resulta ser muy intuitivo.
Las redes sociales son testigo y soporte de una nueva narrativa cotidiana donde las imágenes escriben un relato emocional e impulsivo. Instagram representa el triunfo de la inmediatez visual, componiendo el álbum digital y global de nuestros tiempos, en el que no hay que olvidar darle al Me gusta, aunque sólo sea de vez en cuando.
Fotos: Tanya Khvorostiana