La plaza de la Virreina, en Barcelona, el mercado de San Fernando, en Madrid, o la plaza del doctor Collado, en Valencia, se han rendido a los pies de los aficionados del swing, que, con coreografías improvisadas y al son de unas melodías que invitan a moverse, han convertido el asfalto urbano en una espontánea pista de baile. Estos entusiastas danzarines recuperan el legado de la comunidad afroamericana de Nueva York que en los años veinte dio los primeros pasos del lindy hop, el baile de pareja más popular de la música swing. Movimientos y desplazamientos rápidos con algún que otro salto marcan un nuevo compás en las ciudades. Pero, ¿qué tiene este ritmo que nadie puede parar?
Si bien con pocas horas de práctica se pueden aprender algunos pasos básicos, el dominio del lindy hop puede llevar toda una vida, sobre todo si se quiere emular el brío de la película musical Hellzapoppin (H.C. Potter, 1941), cuyos saltos dejan a más de uno con la boca abierta y los pies en movimiento. Se trata de una de las primeras películas que plasmó este baile, aunque la más conocida es la contemporánea Swing Kids (Thomas Carter, 1993), traducida aquí como Rebeldes del Swing.
En Europa, el lindy hop volvió a dar los primeros pasos en Suecia y Alemania y a finales de los 90 llegó a Barcelona en la maleta de Lluís Vila, hoy presidente de la asociación Ballaswing. Tras descubrir este ritmo en California, Vila tuvo claro que debía cruzar fronteras: “Aprendí a bailar swing cuando empezó a renacer en Estados Unidos y enseguida supe que quería enseñarlo en Barcelona”. Dicho y hecho, Vila compartió sus conocimientos movido por “el ambiente sano y alegre” de este baile.
En la actualidad y desde hace diecisiete años, Barcelona acoge el BarSwingOna, un festival con espectáculos, clases y música en vivo que congrega a profesionales y entusiastas de todo el mundo. A él acuden aficionados de Valencia y Madrid, dos ciudades que han vivido un auge de este baile en los últimos seis años. En la capital, la asociación Mad for Swing agrupa todas las actividades, mientras que en la ciudad del Turia el centro Spirits of St Louis y la orquesta que lleva su mismo nombre animan a todos los swingers valencianos. Sevilla y Vigo tienen sus propios festivales y en el País Vasco el swing se mezcla con la gastronomía en el Gastroswing.
Actividades y centros que no paran de crecer en la segunda etapa dorada de este baile. El legado de los primeros bailarines estadounidenses está a buen recaudo en las manos y, sobre todo, en los pies de miles de aficionados que, emulando al protagonista de la película Billy Elliot, tienen claro que… ¡quieren bailar!
Fotos: Barcelona Swing Cats